Una vez dispuestos en nuestro espacio sagrado y comunicados con nuestra respiración consciente, visualizamos una extensa extensión de arena dorada, cuyas dunas nos son difíciles de superar. Este esfuerzo nos indica que para llegar, se tiene que disponer de verdadera voluntad. Caminamos en silencio, únicamente acompañados por los intensos rayos del sol. Cruzamos dunas, las subimos y descendemos, incluso nos parece que no nos movemos del lugar, pues no disponemos de ningún punto de referencia que nos indique donde estamos ni hacia donde nos dirigimos, no hay nada, sólo arena y sol.
(pausa)
De
repente, nos parece ver algo, es curioso es un insecto, podemos observar las
huellas que deja en el dorado suelo, nos quedamos observándolo, no para de
rodar sobre sí mismo y avanzar. Para lo diminuto que es, nos parece que va muy
rápido. Su movimiento continuo nos anima a seguir adelante. Pero también nos
decidimos por seguir sus pequeñas huellas, sentimos que no ha aparecido por
casualidad y que si nos hemos cruzado en el camino, es por algo. Continuamos
caminando, tras el escarabajo negro. Mientras lo hacemos, recordamos el poder
vital de este mítico insecto. Una voz interior nos asegura que ha llegado el
momento de transformarnos. Sentimos como aceptamos el proceso que se inicia,
sabemos que este camino desértico significa que es el instante de nuestra
resurrección.
Nuestro
corazón se llena de alegría. El esfuerzo se convierte en pura nueva vida.
Caminamos en silencio tras las huellas del escarabeo.
(pausa)
Casi
sin darnos cuenta, advertimos que estamos ante la Gran Esfinge de Gizah.
Quedamos impresionados. Es inmensa. Todavía no sabemos qué hacemos ahí, pero
nos damos cuenta de que el escarabajo sigue adelante, penetrando entre las dos
patas delanteras por un pasillo negro, sin un ápice de luz.
El
más absoluto silencio lo invade todo. Caminamos a ciegas, dejándonos llevar por
nuestra intuición. El pasillo es largo, aún así seguimos sintiendo el impulso
de continuar caminando. De repente sentimos una presencia, nos saluda y se abre
una puerta. Aparece algo de claridad que nos permite saber que hemos llegado a
un acogedor salón, donde nos esperan. Estamos en los Salones de Amenti.
Reconocemos el lugar. Nos entregamos al proceso. Nos sentimos altamente
agradecidos por todo.
De
nuestra gran alma brota la más absoluta gratitud. La expresamos abiertamente.
Sabemos hoy que todo lo que nos ocurrió fue lo mejor y que gracias a ello, hoy
soy quien soy.
Las
familias del Amenti lo celebran con nosotros, ellas sienten idéntica gratitud
por todo lo vivido.
De
nuevo algo vuelve a llamar nuestra atención. Se trata del escarabeo, sube por
nuestras piernas, lentamente, sentimos su poder, su energía, su sabiduría.
Alcanza la sede de nuestra alma y allí se instala, mientras sentimos como se
petrifica, volviéndose una pieza de arqueología. La Familia Ra me mira
atentamente, ahí llevas todo de ti, ahí está escrito todo lo que fuiste, eres y
serás. Recuérdalo siempre y ahora siéntete libre para continuar desde aquello
que decidas, sin más condiciones, si has llegado hasta aquí es porque estás
preparado.
Sentimos
como nos envuelve un halo de bondad indescriptible y como todos los personajes
que fuimos y que no nos pueden acompañar, se disuelven, dejándonos libres para
emprender un nuevo camino, el que iremos trazando conforme nos guíen nuestros
pasos.
Permanecemos
respirando la transformación más profunda de nuestra alma y la anclamos
poderosamente en nosotros.
(pausa)
Es
el momento de salir del Amenti. Regresamos por donde hemos venido. Cruzamos el
pasillo, con la curiosidad de que ahora no es oscuro. Salimos por las patas de
la Esfinge y caminamos hasta la Gran Pirámide. Lo hacemos guiados por lo más
sagrado. Entramos y ascendemos hasta la Sala del Rey, allí nos colocamos en su
centro y tal y como lo hacemos un haz de poderosa luz, procedente de Orión, nos
alcanza. Sentimos como el escarabeo se ilumina, emitiendo una gran fuente de
pura energía viva, de paz y eterno amor. Sentimos la armonía más genuina y como
aquello que nunca antes pudimos sentir, hoy si. No queda nada de aquello que
fuimos, la luz de Orión nos conecta con el poder verdadero, no hay nada que
temer, todo a regresado a su origen, nosotros también, la luz de Orión nos lo
certifica. Cualquier duda se disuelve. Todo es perfecto.
Desde
el interior de la Gran Pirámide sentimos la necesidad de gritar nuestro poder
celestial, para que toda forma de vida nos perciba. Hemos renacido empoderados
y divinos. Es el momento de caminar desde esta novedad.
(pausa)
Nos
reconectamos con nuestra consciencia en nuestro espacio sagrado y sin dejar la
comunicación con nuestra respiración, vamos tomando consciencia de nuestras
extremidades, tronco y cabeza.
A
nuestro ritmo, abriremos lo ojos y colocando las manos en nuestra sede del
alma, sentiremos al escarabeo energético, símbolo de nuestra transformación.
Cuando
la memoria del pasado nos desvíe en el presente, podremos recurrir a su poder
para sentir la transformación que hemos elegido conscientemente y que nada del
pasado se pueda apoderar de lo que mi gran alma ha elegido.